Por: Pedro Francke
Publicado del domingo 26 de Octubre
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La actual crisis financiera internacional es como un terremoto: sabemos que estamos en medio de él, pero no sabemos si está por terminar o si vendrá un remezón peor. Tampoco sabemos cuántas casas y edificios se caerán. Menos todavía podemos saber cómo se reconstruirá la ciudad después del sismo.
Pero de lo que no cabe duda es que estamos en medio de uno de los más grandes terremotos que ha conocido la economía de mercado. Desde el crack de 1929, hace casi 80 años, el mundo no había vivido una crisis financiera de esta magnitud.
Recién estamos viendo las primeras consecuencias sobre nosotros: alza del dólar (con sus duros efectos sobre quienes tienen deudas en esa moneda), caída de la bolsa de valores (que afecta también a los afiliados a las AFPs), y aumento de tasas de interés y reducción del crédito. La recesión en Estados unidos y Europa hará mucho más difícil vender a las empresas exportadoras no tradicionales, en particular las textiles. Ha caído el precio del petróleo, el cobre y otras materias primas, lo que reducirá los ingresos fiscales y el canon que se distribuye a gobiernos regionales y municipios. Sin embargo, la inversión social en educación, salud y carreteras sólo se afectará si se aplica un ajuste fondomonetarista que reduzca indiscriminadamente el gasto público, como el preconizado por el ministro Valdivieso quien en el Presupuesto 2009 ya ha recortado 400 millones de soles a los municipios.
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El crecimiento económico del próximo año tendrá que ser bastante menor que el de este, y con ello habrá menos trabajo.
Alan García ha repetido que estamos “blindados” ante la crisis. Sin embargo, aunque tenemos bastantes reservas internacionales, la política neoliberal ha permitido a los bancos captar deudas del exterior de corto plazo, capitales golondrinos que se han ido rápidamente, lo que ha reducido el nivel de reservas propias del Banco Central. El BCR ha perdido 4,000 millones de dólares de reservas en un mes.
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Las importaciones han aumentado enormemente, pasando de US$ 1,200 millones mensuales al inicio del gobierno a US$ 2,500 millones mensuales ahora, lo que ante la caída de precios de las exportaciones producirán un serio déficit externo. La economía peruana está en una situación muy delicada, y lo peor que nos puede pasar es que el gobierno sea ciego ante ella, como lo fueron Bush y los europeos durante varios meses.
¿Que debiéramos hacer para enfrentarla?
En primer lugar, Yehude Simon tiene razón cuando insiste en que no se recorte el gasto público, como lo está haciendo el Ministerio de Economía y Finanzas. La educación, la salud y las inversiones regionales son prioritarias, y lo son más en tiempos de crisis. Para mantener ese gasto, no necesitamos que el estado se endeude más, como esa emisión de bonos de 600 millones de dólares que anuncia el ministro Valdivieso, cuyo costo en intereses será enorme. Más bien se debería establecer un impuesto a las sobreganancias que han obtenido las empresas mineras, petroleras y otras en los últimos años: si han sido los grandes ganadores en el crecimiento económico reciente, también deben ser los que “se mojen” ahora que las cosas se ponen difíciles. Sería totalmente injusto que, cuando las cosas iban bien, ellos ganaban y la mayoría de peruanos no, y ahora que las cosas van mal, los platos rotos lo paguemos todos.
Está bien que el BCR use sus reservas para amortiguar el impacto financiero de la crisis, aunque debe hacerlo con prudencia y límites. Pero esa es una salida temporal. Si los banqueros están en problemas, la solución no puede estar en usar el dinero de todos los peruanos para rescatarlos y que sigan haciendo sus negocios como antes. Es necesaria también una defensa de los usuarios de los bancos, ya que éstos están acostumbrados a abusar a su antojo. Las pequeñas empresas y el agro requieren un tratamiento especial para mantener su acceso al crédito.
El problema de mediano plazo más difícil es el desequilibrio externo. Hemos estado importando como locos, sustentados en exportaciones muy altas gracias a precios internacionales nunca antes vistos y en fuertes entradas de capitales externos. Con la crisis internacional, el cobre ya cayó de 4 a 2 dólares la libra, y los capitales se están yendo. Tenemos que reestablecer el equilibrio externo, promoviendo nuestras exportaciones no tradicionales al máximo y reduciendo las importaciones que no son tan necesarias o que podemos producir en el Perú. Dejar que entren fácil los productos chinos, con el TLC, es una mala idea.
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Una cierta alza del dólar es necesaria, pero debe ser complementada con reestablecimiento de aranceles e impuestos selectivos para los productos importados de lujo.Pasada la crisis, será necesaria una nueva mirada al desarrollo, una que deje de pensar que los capitales externos son la única alternativa. Hoy en el mundo es evidente que las grandes finanzas internacionales son más un problema que una solución.
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El camino al desarrollo tenemos que construirlo basados en nuestras propias capacidades, esfuerzo y ahorro, y en nuestra destreza por aprovechar la tecnología internacional sin convertirnos en dependientes de las trasnacionales.
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